
Texto del libro La terapia de sauna para el siglo XXI.

Capítulo 33
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13. Sauna y salud cerebral: cómo el calor favorece el bienestar mental
Resumen
La terapia de la sauna ofrece beneficios profundos para el cerebro y la salud mental, que están estrechamente entrelazados con el bienestar cardiovascular. La investigación científica revela que muchos factores de riesgo de enfermedades cardíacas, como la hipertensión, la inflamación y la obesidad, también contribuyen al deterioro cognitivo, la demencia y trastornos mentales como la depresión. El uso regular de la sauna se ha asociado con un menor riesgo de accidente cerebrovascular, enfermedad de Alzheimer y otras afecciones neurodegenerativas, probablemente gracias a una mejor circulación sanguínea, una reducción de la inflamación y la estimulación de las proteínas de choque térmico. Además, el baño de sauna puede ayudar a aliviar la depresión mediante la modulación de los neurotransmisores, la reducción de las hormonas del estrés y la mejora de la plasticidad cerebral. Con un creciente número de pruebas que respaldan sus efectos neuroprotectores, la terapia de calor se perfila como una herramienta prometedora para fomentar la resiliencia mental a largo plazo y la salud cognitiva.
Definir la Salud Óptima del Cerebro y la Mente
Cada vez hay más evidencias que sugieren que el calor de la sauna puede tener un efecto significativamente beneficioso tanto para la salud cerebral como para la salud mental. Pero antes de explorar estos efectos, es esencial preguntarse: ¿qué significa realmente tener un cerebro sano y una mente sana?
A primera vista, las respuestas pueden parecer simples: la ausencia de enfermedad en el caso del cerebro y, quizás, la ausencia de ignorancia en el caso de la mente. Sin embargo, en la realidad, ambos conceptos son mucho más matizados y complejos.
Definir la salud cerebral es tan complicado que las dos principales organizaciones de Estados Unidos dedicadas a este campo, la Asociación Americana del Corazón (AHA) y la Asociación Americana del Derrame Cerebral, se han unido para abordar esta cuestión. Con la ayuda de un equipo cuidadosamente seleccionado de expertos de alto nivel, se propusieron elaborar un documento definitivo que describiera qué constituye una salud cerebral óptima. [1] La definieron como el nivel de rendimiento medio entre personas de edad similar que están libres de enfermedades cerebrales o de otros sistemas orgánicos, en términos de deterioro funcional, o como la capacidad adecuada para realizar todas las actividades que el individuo desea llevar a cabo. La salud del cerebro es una base crucial para una vida más larga, plena e independiente. Permite el pensamiento crítico, la acción planificada y conexiones emocionales profundas, todas ellas capacidades que moldean la experiencia diaria y el desarrollo de las personas.
Su objetivo no era solo definir la salud cerebral óptima, sino también ofrecer pautas para mantenerla a lo largo de la vida.
Tal vez te preguntes por qué una asociación del corazón está tan implicada en la salud cerebral. La respuesta es reveladora: el cerebro y el corazón están inextricablemente vinculados. Nuestra comprensión actual del papel de los factores de riesgo cardiovasculares ha demostrado que estos están estrechamente relacionados con el deterioro cognitivo y la demencia. En otras palabras, lo que perjudica al corazón también perjudica al cerebro, y viceversa; lo que beneficia al corazón también beneficia al cerebro. Numerosos estudios confirman estos factores de riesgo compartidos. [2–6] Enfermedades como el ictus, la demencia y otros deterioros cognitivos pueden diferir en sus manifestaciones y pronósticos. Sin embargo, comparten un enemigo común: los factores de riesgo cardiovasculares como los niveles de glucosa en sangre, el colesterol, la presión arterial, el índice de masa corporal (IMC), la actividad física, la dieta y los hábitos de consumo de tabaco. Más allá de estos factores de riesgo compartidos, las enfermedades cardiovasculares y cerebrales siguen vías fisiológicas comunes, incluidas la inflamación y el estrés oxidativo. [7] Algunos expertos incluso señalan vínculos directos entre las enfermedades cardiovasculares y el deterioro de la función cognitiva. [8]
¿Y qué pasa con la salud mental?
Definir la salud mental de una forma que sea válida en todas las culturas es tan difícil como definir la salud cerebral. George E. Vaillant, psiquiatra estadounidense y profesor en la Facultad de Medicina de Harvard, propuso siete modelos distintos de salud mental positiva, cada uno influido por diferentes perspectivas culturales, filosóficas y científicas. [9] Estos incluyen una puntuación de Evaluación Global del Funcionamiento (GAF, por sus siglas en inglés) superior a 80, múltiples fortalezas humanas, madurez, emociones positivas, inteligencia socioemocional, bienestar subjetivo y resiliencia frente al estrés.
El bienestar mental también está estrechamente relacionado con la salud cardiovascular. [10] La antigua creencia de que los trastornos mentales son únicamente el resultado de defectos en las neuronas y sus conexiones está dando paso, poco a poco, a una comprensión más matizada. Estudios recientes apuntan a patologías vasculares y alteraciones en el flujo sanguíneo como factores clave en condiciones como la esquizofrenia, los trastornos del espectro autista (TEA), la ansiedad y la depresión.
Implicaciones Sociales de los Trastornos Cerebrales y Mentales
Es fundamental señalar que las implicaciones de los trastornos cerebrales van mucho más allá del sufrimiento individual. El costo emocional, financiero y social afecta no solo a los pacientes, sino también a sus familias, comunidades y economías. Para comprender la magnitud de esta crisis, basta con considerar que, solo en 2010, el costo estimado de los trastornos cerebrales en Europa alcanzó la asombrosa cifra de 798 mil millones de euros, una cantidad que no ha dejado de aumentar desde entonces. [11] Tener un cerebro sano, por tanto, no es solo una cuestión de bienestar personal, sino un asunto que repercute en toda la sociedad.
La carga social de los trastornos de salud mental es igualmente significativa. La Comisión Lancet de 2007 no solo evaluó la magnitud de este desafío, sino que también predijo un aumento acelerado en el número de personas afectadas por condiciones de salud mental. [12] Las cifras son impactantes: casi una de cada cuatro personas en el mundo experimentará algún tipo de trastorno mental a lo largo de su vida. [13] Es un dato difícil de asimilar, y sin embargo, dadas las circunstancias actuales del mundo y los titulares diarios de las noticias, resulta tan comprensible como alarmante.
Para concluir esta sombría pero necesaria reflexión, recordemos que la conexión entre la salud cerebral, el bienestar mental y la salud cardiovascular es incuestionable. Comprender y cuidar esta relación no es solo una cuestión científica, sino un paso esencial hacia un futuro más saludable y resiliente para todos. Naturalmente, el hilo conductor aquí es la sauna. Esto nos lleva a una pregunta importante: ¿qué papel desempeña la sauna en el apoyo a la salud cerebral y al bienestar mental? O mejor aún…
¿Puede la Terapia de Calor Brindar un Apoyo Práctico y Eficaz para la Salud Cerebral y Mental?
En discusiones anteriores, analizamos cómo el uso regular de la sauna influye positivamente en factores clave de riesgo cardiovascular. Se ha demostrado que las sesiones frecuentes en sauna reducen la presión arterial y los niveles de colesterol, disminuyen la inflamación, mejoran la sensibilidad a la insulina y favorecen un índice de masa corporal (IMC) más saludable. Además, la sauna imita algunos de los beneficios de la actividad física, promoviendo la relajación, mejorando el sueño, estimulando la circulación, aumentando el suministro de oxígeno y favoreciendo la producción de proteínas de choque térmico. En resumen, la sauna es indudablemente beneficiosa para el corazón.
Ahora, centremos nuestra atención en el cerebro y la salud mental. Curiosamente, muchos de los factores de riesgo que afectan al sistema cardiovascular —como la inflamación, la disfunción metabólica y la hipertensión— también están estrechamente relacionados con el deterioro cognitivo y los trastornos mentales. Esto plantea una pregunta fascinante: si el baño de sauna beneficia al corazón, ¿podría también ser ventajoso para el cerebro y la mente?
Las investigaciones científicas más recientes sugieren que la respuesta podría ser afirmativa. En las siguientes secciones, examinaremos las evidencias que vinculan la terapia de calor con una mejor función cognitiva y un mayor bienestar mental.
El Baño de Sauna y el Ictus
Un ictus puede ocurrir en cualquier momento. Es la segunda causa principal de muerte a nivel mundial y la primera causa de discapacidad en adultos. Cada año, aproximadamente 13,6 millones de personas en todo el mundo sufren un ictus, y, trágicamente, más de un tercio—alrededor de 5,5 millones—no sobreviven. [14] Sin embargo, quienes logran sobrevivir enfrentan a menudo importantes desafíos, con distintos grados de discapacidad, que pueden ser temporales o permanentes.
Existen dos tipos principales de ictus. El más común es el ictus isquémico, que representa cerca del 90% de todos los casos. [15] Este ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se reduce o se bloquea por completo, a menudo como consecuencia de la aterosclerosis, una condición típicamente asociada con enfermedades cardíacas, pero que también afecta al sistema vascular del cerebro. Cuando un vaso sanguíneo se bloquea, el oxígeno y los nutrientes no llegan al tejido cerebral afectado. Si el bloqueo persiste, las células cerebrales comienzan a morir. [16] En ocasiones, estos bloqueos son breves y pasan desapercibidos, aunque siguen causando pequeños daños cerebrales. Con el tiempo, estos llamados "ictus silenciosos" se acumulan, provocando un deterioro cognitivo progresivo que puede culminar en demencia. [17] El segundo tipo de ictus, el hemorrágico, se produce por una hemorragia en el cerebro. [18] Esto ocurre cuando un vaso sanguíneo debilitado se rompe, provocando una acumulación de sangre que ejerce presión sobre el tejido circundante, lo que puede ocasionar graves daños cerebrales, coma o incluso la muerte. Incluso en los casos menos severos, los supervivientes pueden experimentar parálisis, entumecimiento o dificultades para hablar y moverse.
Aunque una intervención médica inmediata puede reducir el riesgo de muerte y de discapacidad permanente, el enfoque más eficaz frente al ictus es la prevención. Si bien no es posible modificar ciertos factores de riesgo como la edad, la raza o la predisposición genética, otros sí pueden controlarse: la obesidad, la hipertensión arterial, el colesterol alto, las arritmias, la diabetes, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol. [19] Mantener una alimentación saludable y practicar ejercicio físico con regularidad son formas bien conocidas de reducir el riesgo de ictus. Pero, ¿qué papel juega el baño de sauna?
En 2018, la revista Journal of the American Academy of Neurology publicó un artículo titulado “Sauna Bathing Reduces the Risk of Stroke in Finnish Men and Women”, traducido al español como; El baño de la sauna reduce el riesgo de ictus en hombres y mujeres finlandeses. [20] Este estudio internacional siguió durante 15 años a 1.628 personas de mediana y avanzada edad (entre 53 y 74 años) del este de Finlandia. Los investigadores registraron sus hábitos de sauna y documentaron la incidencia de ictus a través de evaluaciones anuales. Los participantes fueron divididos en tres grupos: quienes usaban la sauna una vez por semana, quienes lo hacían dos o tres veces, y quienes se bañaban en sauna entre cuatro y siete veces por semana. Los resultados fueron sorprendentes: las personas que utilizaban la sauna cuatro o más veces por semana tenían un 60% menos de riesgo de sufrir un ictus, en comparación con quienes lo hacían solo una vez por semana. Incluso el grupo intermedio, con dos a tres sesiones semanales, mostró una reducción del 14% en el riesgo de ictus. Los resultados sugieren con fuerza que el uso frecuente de sauna tiene un efecto protector.
Curiosamente, cuando se preguntó por qué no se incluyó un grupo de personas que no usaban sauna como omparación, el investigador principal Jari Laukkanen explicó que en Finlandia tan pocas personas se abstienen de este hábito que los datos resultantes no serían estadísticamente fiables. Aunque este es el primer estudio (a mi entender) que relaciona directamente la frecuencia del baño de sauna con el riesgo de ictus, sería valioso que futuras investigaciones confirmaran estos hallazgos. Considerando los ya bien documentados beneficios cardiovasculares del baño de sauna, estos resultados no deberían sorprender. Pero lo que podría resultar aún más fascinante es el potencial de la sauna para influir positivamente en otras condiciones cerebrales, incluidas la demencia y la enfermedad de Alzheimer.
El Baño de Sauna y la Demencia / Enfermedad de Alzheimer
“El baño de sauna se asocia inversamente con la demencia y la enfermedad de Alzheimer en hombres finlandeses de mediana edad”, afirmaba un artículo publicado en diciembre de 2016 en la revista Age and Ageing. [21] Este estudio investigó la relación entre el uso del sauna y el riesgo de enfermedades neurodegenerativas. Llevado a cabo durante dos décadas como parte del estudio Kuopio Ischemic Heart Disease (KIHD), el seguimiento se realizó a 2.315 hombres aparentemente sanos de entre 42 y 60 años. Los participantes se dividieron en tres grupos según su frecuencia de uso del sauna: los que lo utilizaban de 4 a 7 veces por semana, de 2 a 3 veces por semana y solo una vez por semana. Los resultados fueron notables: se observó una relación inversa entre la frecuencia del uso de sauna y el riesgo tanto de demencia como de enfermedad de Alzheimer. Cuanto más frecuente era el uso del sauna, menor era la probabilidad de desarrollar estas debilitantes condiciones. En concreto, entre quienes usaban sauna de 4 a 7 veces por semana, el riesgo de padecer algún tipo de demencia se redujo en un 66%, y el de enfermedad de Alzheimer disminuyó en un 65% en comparación con quienes solo la utilizaban una vez por semana.
La enfermedad de Alzheimer, la forma más común de demencia, [22] afecta a entre 40 y 50 millones de personas en todo el mundo. [23] Se caracteriza principalmente por la pérdida de homeostasis proteica en las células cerebrales y la acumulación de placas amiloides y ovillos neurofibrilares, lo que da lugar a deterioro de la memoria. [24] Sin embargo, cada vez hay más evidencia que sugiere que la aterosclerosis de los vasos sanguíneos del cerebro también desempeña un papel importante en esta enfermedad. [25] Los expertos han observado que las personas con Alzheimer tienden a mostrar una aterosclerosis cerebral más frecuente y severa en comparación con quienes experimentan un envejecimiento normal u otras enfermedades neurodegenerativas. Esta relación parece ser exclusiva del Alzheimer y no se extiende a otras condiciones neurológicas comunes. [26]
Una pregunta desconcertante sigue sin respuesta: ¿por qué algunas personas desarrollan las características placas y ovillos del Alzheimer sin manifestar deterioro cognitivo alguno? Al parecer, estos cambios patológicos pueden darse en el cerebro sin síntomas evidentes si no existe disfunción vascular concomitante. Otro debate en curso es si los problemas vasculares preceden al proceso patológico de la enfermedad o si surgen como consecuencia del mismo. [27,28] Muchos expertos sostienen que el control de los factores de riesgo cardiovascular es la forma más efectiva de preservar la salud cerebral, e incluso proponen reclasificar la enfermedad de Alzheimer como un trastorno vascular. [29]
Dado los ya bien documentados beneficios del sauna para la salud cardiovascular, su papel en el mantenimiento de la función cerebral no resulta sorprendente. Más allá de su impacto en el sistema cardiovascular, el sauna también promueve la producción de proteínas de choque térmico (heat shock proteins), fundamentales para mantener el equilibrio proteico dentro de las células. [30] Dado que la pérdida de esta homeostasis proteica es una característica central del Alzheimer, los investigadores están explorando nuevas estrategias terapéuticas centradas en estimular la producción de estas proteínas para combatir el deterioro neurodegenerativo. [31] Incluso se están considerando vacunas basadas en proteínas de choque térmico. [32] Aunque todavía no se sabe si estas terapias serán efectivas, hay un hecho indiscutible: la exposición al calor, ya sea mediante hipertermia, ejercicio o baño de sauna, incrementa notablemente la producción de estas proteínas protectoras. [33]
Además, se ha demostrado que el baño de sauna reduce la inflamación, uno de los principales contribuyentes a enfermedades cerebrales como el Alzheimer. La inflamación agrava el daño neuronal y acelera el deterioro cognitivo. [34] Esto plantea una pregunta evidente: ¿podría la terapia térmica ser un tratamiento eficaz para el Alzheimer o incluso para el Parkinson? Investigadores de la Universidad Tecnológica de Queensland en Australia y de la Universidad de Brunel en Londres se propusieron investigar precisamente esta cuestión. [35] En un artículo publicado en enero de 2020, revisaron la literatura científica y no encontraron evidencia clínica directa que confirmara la terapia de sauna como tratamiento para el Alzheimer o el Parkinson. No obstante, destacaron estudios epidemiológicos que la respaldan y una amplia gama de evidencias indirectas que sugieren que calentar el cuerpo mediante ejercicio o sauna puede mejorar la salud neurológica.
Un estudio posterior, publicado diez meses más tarde, reforzó esta perspectiva. [36] Investigadores finlandeses realizaron un estudio prospectivo de gran escala con una cohorte de 13.994 hombres y mujeres de entre 30 y 69 años, ninguno de los cuales había sido diagnosticado con demencia al inicio del estudio. Durante un seguimiento de 39 años, se diagnosticó demencia a 1.805 participantes. El estudio reveló una reducción significativa del riesgo de demencia en las personas que tomaban baños de sauna entre 9 y 12 veces al mes, en comparación con quienes lo hacían con menor frecuencia o nunca. Estos hallazgos coinciden con la hipótesis de que el uso regular del sauna puede actuar como un factor protector frente a la demencia. Aunque se requieren más estudios para confirmar estos beneficios, la evidencia sugiere que el baño de sauna podría ser una herramienta poderosa para proteger la salud cerebral a largo plazo.
El Sauna y la Depresión
La depresión es una sombra que pesa sobre más de 264 millones de personas en todo el mundo, afectando a individuos de todas las edades y condiciones sociales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la principal causa de discapacidad y representa una enorme carga para los sistemas sanitarios, financieros y sociales. [37] Todos hemos sentido tristeza o la ausencia de alegría en algún momento, pero la depresión clínica es un fenómeno completamente distinto: una fuerza devastadora que rara vez se comprende sin haberla vivido. Sentirse “decaído” ocasionalmente forma parte de la vida, incluso puede ser un catalizador para el crecimiento personal. Pero cuando la desesperanza persiste, cuando la motivación se desvanece y hasta tomar decisiones cotidianas se vuelve una tarea titánica, la depresión se revela como un enemigo implacable. Roba la alegría, destruye la autoestima, alimenta la culpa y la irritabilidad, y vuelve insoportables las relaciones sociales. Sin tratamiento, puede conducir incluso al suicidio: la tercera causa de muerte más común entre jóvenes de 15 a 29 años. [38] El término mismo, “depresión”, proviene del latín deprimere, que significa “oprimir” o “aplastar”, una descripción fiel de su asfixiante naturaleza.
Aunque nunca he sufrido depresión clínica (toco madera tres veces mientras lo digo), me sumergí en la investigación con la esperanza de comprender mejor el fenómeno y explorar el posible papel de la sauna en aliviar sus síntomas. Entre las muchas perspectivas que encontré, una definición especialmente lúcida vino del profesor Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford. Describió la depresión como un “trastorno bioquímico con un componente genético e influencias tempranas, en el que la persona no sabe apreciar una puesta de sol”. En una sola frase, captó la complejidad de esta condición tan enigmática.
A lo largo de la historia, la comprensión humana de la depresión ha evolucionado notablemente. Nancy Schimelpfening, en su artículo sobre la historia de la depresión [39], explica que los antiguos mesopotámicos la consideraban una aflicción espiritual causada por posesión demoníaca, una creencia que compartían muchas civilizaciones antiguas como la griega, romana, babilónica, china y egipcia. [40] ¿Los remedios? Exorcismos, ayunos y castigos físicos: métodos brutales destinados a “expulsar los demonios”. Por suerte, algunos médicos griegos y romanos adoptaron enfoques más humanos, recomendando ejercicio, masajes, baños, música, dieta y hierbas medicinales. [41] Sin embargo, en la Edad Media, el cristianismo revivió la idea del sufrimiento mental como obra del demonio, dando lugar a tratamientos inhumanos. No fue sino hasta la Ilustración, en los siglos XVIII y XIX, cuando se empezó a considerar la depresión como un rasgo heredado del temperamento—aunque con ello vino también el estigma y el aislamiento. En el siglo XX, las teorías se diversificaron: Freud la veía como una reacción ante la pérdida; los conductistas, como un patrón aprendido; y los cognitivistas, como el resultado de pensamientos negativos. [42-44]
Hoy en día, la medicina moderna reconoce que la depresión no es solo un trastorno cerebral, sino una enfermedad sistémica que afecta a todo el cuerpo. Los tratamientos se han ampliado: los antidepresivos que actúan sobre las vías neuronales han tenido resultados variables y a veces provocan efectos secundarios indeseables. [45] La investigación emergente revela que factores biológicos como la inflamación [46], la salud cardiovascular [47], el equilibrio del microbioma intestinal [48], los desajustes hormonales [49] y los cambios en el sistema nervioso autónomo inducidos por el estrés [50], también desempeñan un papel importante en la aparición de la depresión.
La ciencia comienza a desdibujar las fronteras entre la salud física y la mental. Cada vez más, los tratamientos contra la depresión incluyen enfoques que curan el cuerpo junto con la mente. Medicamentos antiinflamatorios muestran resultados prometedores, al igual que la meditación, que ayuda a reducir la inflamación crónica. [51,52] Y entre las opciones más intrigantes se encuentra la hipertermia corporal: elevar la temperatura del cuerpo, tal como sucede de forma natural en la sauna.
Aunque las culturas antiguas ya utilizaban el calor con fines de bienestar mental, la ciencia moderna apenas empieza a explorar este terreno. Dr. Charles Raison, psiquiatra estadounidense y autor de The New Mind-Body Science of Depression, ha sido pionero en investigar los efectos de la hipertermia. Su investigación sugiere que la depresión está asociada a una elevación de la temperatura corporal, inflamación y una termorregulación deficiente, lo que hace de la terapia de calor una vía muy prometedora. [53] Raison y su equipo realizaron experimentos [54] que demostraron que la hipertermia corporal total puede proporcionar un alivio rápido y duradero contra la depresión. Un estudio aleatorizado y doble ciego de seis semanas [55] confirmó que los pacientes tratados con terapia de calor mostraron una mejora notable frente al grupo placebo.
Más allá de estudios individuales, la investigación poblacional de gran escala añade peso a esta idea. En un estudio finlandés de 25 años con más de 2.000 hombres, quienes usaban el sauna de cuatro a siete veces por semana presentaban un asombroso 77% menos de riesgo de desarrollar trastornos psicóticos en comparación con quienes lo usaban solo una vez por semana. [56] Aunque la evidencia es contundente, la comunidad científica mantiene una postura prudente. Una revisión de 2019 realizada por Janssen y Hanusch [57] concluyó que, si bien la hipertermia tiene un gran potencial, se necesitan más estudios antes de recomendarla como tratamiento clínico.
Aun así, considerando que los tratamientos convencionales a menudo no logran resultados satisfactorios, ¿por qué esperar? La terapia de sauna es simple, accesible y de bajo riesgo. Es importante destacar que el uso del sauna aumenta significativamente los niveles de noradrenalina [58,59], un neurotransmisor fundamental para la estabilidad emocional y objetivo clave de los fármacos antidepresivos. [60] También estimula la liberación de prolactina, vital para la conectividad neuronal. [61] Reduce los niveles de cortisol, una hormona que, cuando se mantiene crónicamente elevada, puede dañar estructuras cerebrales como el hipocampo, implicadas en la memoria. [62] Quizá lo más sorprendente es que la exposición al calor en el sauna potencia la expresión del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF con sus siglas en inglés) con mayor eficacia que el ejercicio físico. [63] Dado que el BDNF es esencial para el crecimiento y la función de las neuronas, su papel en la lucha contra la depresión es fundamental. [64]
Los beneficios del sauna no terminan ahí. Estudios han vinculado su uso con una mayor creatividad y capacidad de resolución de problemas [65], con la recuperación del apetito en pacientes con depresión leve [66], e incluso con una reducción significativa de la depresión en pacientes oncológicos. [67] Con cada nuevo estudio, la conclusión se fortalece: más sauna, menos depresión. Ha llegado el momento de abrazar un remedio milenario, ahora respaldado por la ciencia moderna, y aprovechar el poder del calor para recuperar la salud mental.
Alivio de las Cefaleas Tensionales Crónicas con Terapia de Sauna
Las cefaleas tensionales, a menudo subestimadas como una simple molestia cotidiana, son en realidad el tipo de dolor de cabeza más común, afectando hasta al 4% de la población general. Las mujeres son especialmente propensas, representando hasta el 65% de los casos. [68] La naturaleza persistente de estas cefaleas las convierte en una carga frustrante. Aunque existen diversos medicamentos, su eficacia es limitada, lo que lleva a muchas personas a buscar alternativas. Algunas recurren incluso a métodos poco convencionales, como los enemas de café, que si bien tienen testimonios anecdóticos favorables, carecen de respaldo científico. [69] Afortunadamente, existe un remedio más confiable y científicamente respaldado: el uso del sauna.
Un grupo de expertos del Southern Cross Hospital de Wellington, Nueva Zelanda, realizó un estudio controlado aleatorizado que demostró que el uso regular de la sauna alivia significativamente el dolor de quienes sufren cefaleas tensionales crónicas. En sus conclusiones, describieron el baño de sauna como un tratamiento simple pero eficaz, accesible para la autogestión del paciente, con beneficios concretos. [70]
Terapia de Sauna para Pacientes con Trastornos Motores y Mentales Graves
Más allá del alivio del dolor de cabeza, la sauna ofrece beneficios inesperados en casos más severos, como en personas con trastornos motores y mentales graves. Pacientes con afecciones neurológicas como la parálisis cerebral suelen presentar un gasto cardíaco reducido y baja variabilidad de la frecuencia cardíaca. [71] Su movilidad limitada—sumada al tiempo prolongado en silla de ruedas—afecta negativamente la actividad muscular y la circulación sanguínea, provocando extremidades frías de forma constante. [72]
Investigadores japoneses exploraron si la terapia de sauna podía ofrecer alivio a estos pacientes. [73] En su estudio comparativo, evaluaron a los participantes antes y después de una sola sesión de sauna, y los resultados fueron sorprendentes. La temperatura corporal central aumentó un grado Celsius, un cambio importante y beneficioso. La frecuencia cardíaca se incrementó, mientras que la presión arterial descendió ligeramente. Aún más relevante, los indicadores de circulación periférica—como el flujo sanguíneo cutáneo, la velocidad del flujo, el índice de pulsatilidad y el índice de resistencia—mostraron una mejora notable. También se observó una disminución del entumecimiento y del dolor crónico en las extremidades, sin efectos secundarios adversos. Estos hallazgos sugieren que la terapia de sauna puede desempeñar un papel clave en mejorar la circulación y el bienestar general en personas con parálisis cerebral u otros trastornos neurológicos severos.
Mensaje Final
Aunque la ciencia moderna aún no ha descubierto todas las causas de los trastornos mentales y cerebrales, existe un amplio consenso en que sus factores de riesgo coinciden significativamente con los de las enfermedades cardiovasculares. El uso del sauna ha demostrado reducir algunos de esos factores. Además, tanto las afecciones cardiovasculares como las neurológicas comparten mecanismos biológicos subyacentes como el estrés oxidativo y la inflamación sistémica, aspectos que la sauna ha probado mitigar de forma efectiva. Si bien se necesita más investigación específica, la evidencia existente—tanto directa como indirecta—apoya sólidamente la idea de que la terapia de sauna tiene un impacto positivo en la salud cerebral y mental.